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15 de junio de 2015

Con mis sandalias, si juzgarme pretendes

Te presto mis sandalias
 si  juzgarme pretendes,
pero te advierto que mi pie, aunque chico,
luce herencia bien grande.

Poderío, para juzgarme.
A mi pasado me aferro,
a mis actos sin iguales 
y a tus feos por descuido.

Cuando hube de estar, inerte,
y ante mi aciago momento, te perdiste.
¿A juzgarme tú vienes?
En la sombra, a destiempo,
acechando y en silencio.
¡Qué Dios me libre del manso!,
que te veo, que te intuyo, 
¡cuan engañado te sientes!

Yo, a mi ruta, a mi senda,
a vivir con lo que toca
y a aprender y no olvidar:
 la almohada que me escuche
 sincera, fiel y leal.

¡Qué ingenuo!,
lo más suave, me parece.
Si conocerme pudieras,
si comprenderme quisieses,
¡a la cara y de frente!

Ahí lo dejo.
Así lo pienso, tunante.
Yo, los deberes bien hechos.
Tú, lástima por lo que se pierde.

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