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24 de julio de 2011

Desde la soledad del nido

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Desde la soledad de mi nido, un canto de añoranza.
Aquí estoy. Frente al mar. Sola con mi marido. Buena compañía. Como dice mi hijo mayor "como si fuéramos novios". Parece que funciona Internet: lentísimo, pero funciona. Me ha dejado leer mi correo y entrar en el blog, aunque no sé por qué no me permite  enviar comentarios. El calor no es sofocante.  La brisa no va cargada de humedad. Gozo de vacaciones, de tiempo libre. No dependo del reloj.
Estoy en mi lugar de veraneo, el sitio de mi  recreo desde hace ya cerca de diecinueve años. Libertad de movimientos. Disponibilidad horaria total. Ocio asegurado: lectura, música, playa, costura, paseos, compras...
Y, sin embargo, me invade la nostalgia. Echo, mejor dicho "echamos" mucho de menos a nuestros dos pajaritos. El nido está vacío.
No es lo mismo si no somos cuatro. No es lo mismo si no hay cuatro servicios en la mesa. No es lo mismo si no se llena a diario el cesto de la ropa sucia. No es lo mismo si nadie reclama, reprocha, pide,  se pelea, exige..., se retrasa. No es lo mismo si no se depende de un horario compartido. No es lo mismo si no se pacta por el mando de la tele. No es lo mismo si, de vez en cuando, no  se oye una voz más alta que otra. No es lo mismo si no te sorprendes al ver abrirse la puerta. No es lo mismo si no hay que compartir espacios...
NO ES LO MISMO.
Y aquí estamos. Tristes sin causa. Pensando en qué haran, pendientes del teléfono, recordando cuando los llevábamos con nosotros a todas partes, viéndonos reflejados en muchos jóvenes padres... Esto debe ser el preludio del síndrome del nido vacío. Lo sospecho.
Y aquí estoy, disfrutando de este deseado paréntesis de relax esperando a que aniden de nuevo y llenen mi nido, nuestro nido, su nido, para seguir viviendo la vida que nos ha tocado vivir. Y, cuando volvamos a  convivir tres o mejor todavía  cuatro, sobrellevar y saborear sus ánsias de hacerse mayor, sus ánsias de libertad, sus ganas de volar y... seguir con mi canto de añoranza, ya con el nido completo, hacia  aquellos tiernos abrazos, las vocecillas ingenuas, los arrullos, los besitos, la cremita, el cubo, la pala... y las cuatro toallas sobre la arena de la playa.

(Imagen: saludmentesana.com)