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3 de julio de 2011

Que dentengan el mundo, que yo me apeo!

Detened el mundo, que me apeo. 
¡Qué rápidos pasan los años! No pasan, vuelan. 
Y si es gratificante celebrar cumpleaños (porque para qué nos vamos a engañar: los que no los cumplen es porque no pueden) no lo es cuando empiezas a asumir que el rápido devenir te está haciendo cambiar y superar de decena casi sin darte ni cuenta.
Por poco que te pares a recordar, se asoman a tu mente las anécdotas que hicieron  mella y siguen haciéndote estragos.
La primera vez que escuchas aquello de : -"Señora, ¿me puede decir la hora?" y lo vuelves a escuchar porque, evidentemente aún no has asumido tu condición de "señora", ...
Una vez superas que para la juventud actual tú ya eres una señora, viene el paso siguiente. ¿Que qué paso? Pues aquél en el que en la conversación entablada se está hablando de una persona mayor que tú, y alguien de manera inocente te dice:-"Tú te conservas muy bien" ¿Que me conservo? ¿Comparada con quién? ¡Sólo los alimentos perecederos están en conserva! ¿Qué me ha querido decir? ¿Qué edad tiene la persona con la que me compara? ¿Cómo se conserva ella? ¡La quiero conocer!!!
Y ni decir tiene cuando te ves, con tu pareja, disfrutando de las boberías de los bebés ajenos y recordando contínuamente tus experiencias de padres nobeles y añorando aquellas etapas, aquellos maravillosos años que volaron y ya no volverán. (¡Quizás después añore también los devenires y quebrantos adolescentes de hoy!)
Y lo mejor de todo, cuando estás viendo alejarse cada día más la edad de tu jubilación por circunstancias ajenas totalmente a tu voluntad y en la conversación alguien (siempre el más inoportuno/-a) te comenta: -"A tí te debe faltar poco, ¿no?". ¿Poco? ¿Pero tú me has visto? ¿Me has mirado?
Claro, que una se mira por fuera poniendo frente al espejo su mejor cara. Te tiras de aquí, te estiras de allá, escondes papada, saludas a la gravedad, te engulles la tripa, te convences de que la arruga es bella..., pero también te miras por dentro y por dentro todavía está aquella chiquilla con muchas ganas de hacer cosas. Esa mujer que se quiere comer el mundo y, aún a sabiendas que el mundo intenta tragarte cada día, sólo le pides que reduzca su ritmo, que se detenga un poquito y te deje saborearlo, disfrutarlo...  y,  hasta sufrirlo,  mejor.

(Imagen: conciencialuzvioleta.blogspot.com)