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27 de marzo de 2011

Las Arenas de Barcelona.

Ayer sábado, visité el nuevo centro comercial en que se ha convertido  la antigua plaza de toros Las Arenas, en la Plaza España de Barcelona. Me acompañaron mi marido, unos amigos y su hija.
Vaya lujo, ¡Qué montaje! Una obra de ingenio a la par que de arte.
Pese a ser el segundo día desde su inauguración, tuvimos el valor de coger el toro por los cuernos, ponernos el mundo por montera y darnos varias vueltas al ruedo.
La concurrencia era tanta (¡qué poco original es la gente!) que las tiendas, cual seguros burladeros, representaban un respiro, un cobijo, un resguardo del trote de los astados que inundaban el ruedo. Cuando cogíamos aire, salíamos de nuevo a la plaza a lidiar con otros banderilleros, rejoneadores y  toreros igualmente empujados por curiosos. 
¡Qué cuadrilla! 
Abrumados, decidimos salir por la puerta grande cuanto antes. Compramos poco. Yo, nada. Pero no me preocupo. Ya habrá tiempo de salir en hombros con paquetes por delante.